domingo, 23 de septiembre de 2012

ORACION A LUCIFER

¡Oh, tú el más sabio y hermoso de los Angeles, Dios traicionado por la suerte y privado de alabanzas. ¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga miseria!
¡Oh, Principe del exilio, que sufres la injusticia. Y que, aún vencido, te yergues con renovada fuerza. ¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga miseria!
¡Oh, tú que todo lo sabes, gran rey de las cosas ocultas, curandero familiar de las humanas agonías. ¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú que, incluso, a los leprosos y a los parias malditos enseñas por el amor el gusto del Paraíso. ¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga miseria!
¡Oh, tú que de la Muerte, tu vieja y fornida amante, engendras la Esperanza, esa loca encantadora. ¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú que das al proscrito la mirada calma y altiva, que condena todo un pueblo alrededor del cadalso. ¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú, que sabes en que rincón de tierras envidiosas, el dios celoso guarda las piedras preciosas. ¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú, cuyo ojo claro conoce los profundos arsenales, donde duerme amortajado el ueblo de los metales. ¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú, cuya larga mano esconde los precipicios, al sonámbulo errante por el borde de los edificios. ¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú, que, mágicamente, aligeras los viejos huesos, del borracho rezagado, pisoteado por los caballos. ¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú, que para consolar al débil que sufre, nos enseñas a mezclar el salitre con el azufre. ¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú, que pones tu marca, ¡oh, cómplice sutil, sobre la frente del Creso despiadado y vil! ¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú que pones en el corazón y los ojos de las rameras, el culto de los harapos y el amor a las llagas. ¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Báculo de los exiliados, lámpara de los inventores, confesor de los ahorcados y de los conspiradores. ¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Padre adoptivo de aquellos que en su negra cólera del Paraíso terrestre expulsó al Dios Padre. ¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga miseria!
¡Gloria y alabanzas a ti, Satán, en las alturas del Cielo, donde tú reinas, y en las profundidades del Infierno, donde, vencido, sueñas en silencio! ¡Haz que mi alma un día, bajo el Arbol de la Ciencia, cerca de ti se repose, a la hora en que sobre tu frente, como un Templo nuevo, sus ramas se extiendan! 

 

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