sábado, 7 de abril de 2012

Uraeus: la serpiente solar.

En la primera época del antiguo Egipto, en un tiempo remoto anterior a la historia más conocida de esta popular y fascinante cultura, los habitantes de la soleada tierra del Nilo (particularmente en el Delta) concebían al sol como una cósmica y divina serpiente que recorría o surcaba diariamente el paisaje celeste. Y así lo reflejaron en el arte y el mito de aquellos ancestrales siglos. El sol no era todavía el patriarcal dios Ra (supremo creador) que viajaba por el firmamento en la barca divina celeste, sino una diosa serpiente cósmica llamada Uadyet que todos los días a lo largo del año fluía ondulante por el cielo. A esta serpiente o cobra solar se la denominó también la Señora del Cielo. Igualmente recibió en el Delta del Nilo el nombre de La Verde, pues su presencia era la que hacía crecer las plantas y daba fertilidad al suelo y a las aguas (crecidas cíclicas del Nilo). O bien el apelativo de La Vigorosa, vinculándola siempre con la regeneración.
Luego, con el tránsito de las diferentes culturas de la historia en aquellas tierras a lo largo de los siglos y los milenios, la diosa serpiente solar Uadyet cambio su nombre y fue llamada Uraeus o Ureus (en el siglo V antes de cristo) y desde entonces así se la conoce popularmente cuando la vemos en la forma de cobra divina enclavada en la corona de los faraones como símbolo de protección. dios Ra, con rostro de halcón y Uadyet sobre
      su cabeza rodeando el círculo solarTambién durante su evolución mitológica Uadyet fue incorporada al mito solar clásico y se transformó en el famoso Ojo de Ra (el ojo izquierdo de Ra), al configurarse este como dios supremo por fusión o sincretismo de varias divinidades solares antiguas. Y así la Cobra Solar pasa a ser un atributo del sol patriarcal Ra, es decir su calor o su llama, recibiendo en esta función la denominación de La Llama. Posteriormente fue incorporada también en la leyenda de Osiris, donde ayudó a Isis cuando escondíó al joven Horus en los pantanos del Delta, alimentándole con su leche.
Pero volviendo al principio de esta exposición ... ¿porqué llegaron a concebir en aquel primer tiempo lejano al sol como una serpiente celeste en vez del disco solar ordinario con el que después ha sido representado hasta hoy en día? Pues porque los sabios egipcios de esa primigenia época no vieron al sol como una simple esfera o foco de luz y fuego sino más bien como un flujo luminoso que surcaba la bóveda celeste impregnándola de luz y de vida. No concebían o percibían el sol como un mero punto o núcleo que se desplaza sino como una onda que pulsa, por lo que llegaron a representarlo con el símbolo de una serpiente que sinuosa recorre el cielo: la serpiente solar Uadyet.
¿Y cual es el sentido o la base de esto? Hoy en día nos cuesta entenderlo, puesto que concebimos la realidad de una manera muy distinta. Sin embargo la visión egipcia antigua original tiene un gran sentido escondido. Nosotros percibimos el sol con nuestro hemisferio izquierdo lógico y analítico (que rige el lado derecho del cuerpo). En cambio ellos lo percibían con el hemisferio cerebral derecho: abstracto, intuitivo y penetrante (de ahí que Uadyet sea luego el Ojo Izquierdo de Ra, es decir la visión profunda). De esta manera veían el sol no como mero fragmento o cuerpo luminoso aislado que se mueve o desplaza en el espacio celeste en un tiempo repetido, sino con una visión global holográfica supratemporal, es decir una onda de luz. 
Es preciso explicar esto con cierto detalle para que podamos tal vez alcanzar a entenderlo. El sol surca el cielo cada día, sin embargo a lo  largo del año cada día lo hace siguiendo un recorrido ligeramente distinto. En realidad el sol tiene 183 posiciones u órbitas en el cielo, por las que pasa dos veces cada año. Y esto lo podemos dividir siguiendo una pulsión similar a la de una onda: un punto central y 91 arriba y 91 abajo. La onda aparente del sol oscila una posición cada día, siguiendo una pauta creciente y otra decreciente a lo largo del ciclo del año, que constituye la onda solar aparente.
De esta manera los egipcios veían el sol en su ciclo global anual y ahí es donde lo concebían como una divina serpiente que en sinuosa onda recorría anualmente el cielo, siendo cada día un fragmento o momento del movimiento completo de la onda. Partiendo de la posición central las 91 posiciones ascendentes llevan al solsticio de verano (puerta de los hombres), luego las primeras 91 descendentes conducen al equinoccio de otoño, las siguientes 91 descendentes acaban en el solsticio de invierno (puerta de los dioses) y por último las siguientes 91 ascendentes llevan al equinoccio de primavera y así se completa el ciclo o rango de la onda solar o divina serpiente Uadyet.
Así la diosa Uadyet, la luminosa cobra solar, fluye en en una suerte de espiral u onda que gira o pulsa en torno al plano humano. Pasa así el sol diariamente por el mundo celeste superior y luego recorre el cielo  inferior o inframundo (Duat) para luego emerger otra vez en el espacio visible. Esto lo realiza mediante un giro espiral u onda serpentina pulsante, cuyo rango se extiende a lo largo del año completo o ciclo de esta divinidad serpentina. En este sentido la energía del sol circula cada día, pero forma una espiral (que crece y decrece) u onda anual (dependiendo de la perspectiva de observación) que constituye el movimiento, que insufla vida, de la diosa serpiente o cobra Uadyet (Uraeus). Y por ello para los antiguos egipcios el rio Nilo o serpiente de agua era un reflejo, en sus ciclos de crecidas y decrecidas anuales, de la serpiente solar.
Por esto los egipcios de los primeros tiempos no veían al sol como un punto sino como una onda o serpiente. El púnto simplemente refleja el momento de la onda, una forma de percibir la onda, onda que es una visión más profunda y completa de dicho femómeno físico. Esto es similar a la cuestión de Física moderna que dice que el fotón puede ser tanto una partícula como una onda, según los parámetros que utilicemos para medirlo. De la misma manera el sol es una partícula o una onda, dependiendo de nuestra percepción cerebral: la limitada visión del hemisferio izquierdo o la amplia visión del hemisferio derecho (los cuales hemisferior rigen en forma cruzada o simetría inversa el cuerpo humano).
Y lo mismo ocurre con cada uno de nosotros. Podemos concebirnos o sentirnos como una partícula, es decir un ser individual desligado del conjunto del universo y de sus fuerzas cósmicas y espirituales, desvinculado o separados de lo divino o de lo eterno. Pero también podemos aprender a percibirnos con las facultades de nuestro hemisferio derecho, con la interior visión ampliada (ojo de Ra), y entonces descubriremos la revelación de que no somos una partícula, un mero ente biológico separado o fragmentado, sino que somos una onda (vida del ser) pulsando en el espacio tiempo. Somos una onda que no se halla desligada del espíritu, una onda que trasciende el espacio-tiempo, una onda que participa del ser eterno. Somos una partícula fotónica espiritual y biológica, pero también simultáneamente y de forma no menos verdadera somos una onda espiritual de conciencia y energía, onda unida o constituyente de un plano de conciencia superior, y fuera o más allá del tiempo y el espacio en cuanto onda. Somos una onda del ser trascendente (eso que algunos llaman divino) y sólo precisamos la visión ampliada y profunda para vernos desde esta perpectiva que supera nuestra limitada realidad de partículas. Nuestra conciencia precisa un salto perceptivo, un salto de visión para dejar de vernos sólo como partícula (punto aislado en un todo hostil y diferenciado) y sentirnos una onda unida y participante de la totalidad del universo, una onda donde se manifiesta el ser, ese ser que es transcencente y transpersonal. Estamos incluidos en el ser, somos el ser, no nos hallamos separados de lo divino, sólo es necesario cambiar la visión y sentimiento de nosotros mismos. El camino espiritual es el camino que conduce a la mutación de nuestra conciencia, para así descubrir la esencia de nuestra realidad verdadera, nuestro ser profundamente real. Transitar de poseer conciencia materia a conciencia espíritu u onda, lo que nos une con una forma de vida transpersonal.
A esto no se puede llegar únicamente por la vía intelectual del hemisferio izquierdo, sino que se precisa la experiencia mística que aporta el hemisferio derecho, como parte de sus cualidades o facultades potenciales, para llegar a sentirlo. 
Algunos pueden pensar que los egipcios de entonces se equivocaban, pues la órbita aparente del sol es falsa, sólo parece real desde la perspectiva subjetiva humana, ya que este astro en realidad se halla ubicado en el centro de la órbita circular o elíptica de la Tierra. No obstante lo que importa en esta cuestión de conciencia no es la realidad heliocéntrica sino la realidad subjetiva de la conciencia. Ambas realidades son igualmente verdaderas, verdaderas dependiendo de la perspectiva, pues la realidad objetiva absoluta no existe en Ciencia, ya que la conciencia es al final la que determina la realidad última de la energía y de los fenómenos fisicos, tal como la Física Cuantica ha podido comprobar recientemente a escala microcósmica en la esencia del microuniverso o mundo/realidad de las partículas subatómicas. El observador científico con su modo de operar o medir el fenómeno determina si el fotón es partícula u onda. También la conciencia del investigador o explorador espiritual determina con su visión interior si el és una partícula personal o, en un nivel superior más profundo, una onda divina transpersonal. 
Así la antigua serpiente solar, Uraeus o Uadyet, es en realidad una serpiente luciferina, que nos conduce a la revelación del ser verdadero que pulsa tanto en el cosmos como dentro de cada uno de nosotros. 
Luego la Serpiente se transformó en Dragón y también en Lucifer. De esta manera el dios central solar patriarcal es una visión del hemisferio izquierdo. Y la serpiente solar andrógina o femenina, pulsante y holográfica, es una visión profunda de los dos hemisferios unificados en una percepción mística trascendente y reveladora de la esencia del ser y la realidad.

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