viernes, 13 de abril de 2012

Las “Tepas” del Tepozteco

Hace algún tiempo decidí emprender junto con algunos compañeros del colegio una expedición al estado de Hidalgo, México, donde se encuentra un pequeño pueblo llamado Tepoztlán, un lugar famoso por estar lleno de historias acerca de sucesos paranormales. Lo primero que llamo nuestra atención fue el hecho de que ningún camión de ruta llegara directamente al pueblo, la única forma de acercarse era ir en auto particular o tomar un pequeño vehículo colectivo que salía unos kilómetros atrás.
Al llegar al pueblo comenzamos a hacer preguntas a los lugareños, y se nos hizo increíble la cantidad y variedad de leyendas que se cuentan en el lugar, pero hubo una en especial que llamo nuestra atención por ser la más conocida entre la gente. Los relatos hablaban acerca de esferas de fuego que se podían observar todas las noches dando vueltas alrededor del cerro Tepozteco localizado a menos de un kilometro del centro de Tepoztlán.
El conductor del taxi que no llevo hasta el pie del Tepozteco, lugar donde íbamos a pasar la noche en casas de campaña, nos conto que esas bolas de fuego eran una clase de brujas conocidas como “tepas”, que en el día tomaban forma de animales y caminaban entre la gente marcando a quienes serian sus futuras presas mediante un piquete, una mordida o un rasguño, y durante la noche regresaban a su forma humana, se quitaban las piernas y las colocaban en cruz frente a la chimenea para poder volar por el pueblo y llevarse a sus víctimas. También agregó que sus víctimas preferidas eran los recién nacidos, a los cuales podían observar a través de los espejos y que debido a esto todos en el pueblo tenían la costumbre de tapar con sabanas todos los espejos de sus casas para así evitar que las tepas notaran la presencia de los niños.

Al llegar a la zona de acampado daban aproximadamente las 6 de la tarde, colocamos nuestras cosas mientras comentábamos lo absurdo que sonaba lo relatado por el conductor del taxi. Para cuando dieron las 8pm y ya todo se encontraba oscuro, nosotros estábamos listos y con cámara en mano para iniciar la caminata hacia el cerro. Llegando a la base comenzamos a subir por una ladera que conducía hasta una roca de gran tamaño a la cual los lugareños apodaban “El Dado” por su forma cubica, el camino de subida fue bastante sencillo, así que una vez arriba nos tomamos la libertad de descansar ahí por un par de horas.
Pasadas las 11 de la noche, uno de mis compañeros llamado Oscar nos comento que ya no soportaba más el aire tan frio y nos pidió que bajáramos de una vez, decepcionados por no haber logrado captar nada en video, decidimos hacerle caso y emprender la bajada hacia el campamento. A mitad de camino la vereda se hacía más estrecha, por lo que tuvimos que colocarnos en fila y avanzar uno tras otro para poder continuar el descenso, de repente, Arturo, el compañero que iba caminando hasta adelante se detuvo en seco, y todos nos acercamos a investigar el motivo de su reacción, grande fue nuestra sorpresa al ver que a unos 5 metros de nosotros, justo donde el camino volvía a ensancharse se encontraba de pie una figura de alrededor de 1.80 metros de altura, parecía encontrarse de espaldas hacia nosotros, y no se movió ni cuando uno de los compañeros soltó en voz alta un “Buenas noches” pensando que se trataba de algún pastor o cazador de la zona, la figura permaneció ahí alrededor de unos 15 minutos, lo más lógico para mí fue pensar que se trataba de un árbol o alguna formación rocosa que a causa de la oscuridad asemejaba una figura humana, le comunique mis pensamientos a mi compañero Oscar que era el que se encontraba más cerca de mí, a lo que él respondió con algo de miedo en su voz -“Yo también pensé lo mismo, pero esta respirando” . Al escuchar lo que dijo Oscar sentí una repentina punzada de miedo en el cuerpo, pensando que podía hacer para que esa cosa se quitara de nuestro camino. Pasado un rato y consciente de que no podíamos pasar ahí la noche, Arturo sugirió que pasáramos por la orilla de la vereda rodeando la figura que nos bloqueaba el paso, y así lo hicimos, nos tomamos de las manos y pasamos sin levantar la vista ni por un momento, y en cuanto nos sentimos seguros, echamos a correr hacia las casas de campaña.
Lo que relato en los párrafos anteriores, es algo verídico, no se si se tratara de una “tepa”, aunque según algunos lugareños a los que contamos la experiencia así fue, desgraciadamente y para nuestra vergüenza ninguno de los presentes tuvo el valor de intentar captar en cámara lo sucedido, pero esto no acaba aquí, ya que seis meses después tuve la suerte de poder regresar al lugar con otro grupo de amigos, y volver a vivir algunas anécdotas interesantes relacionadas con lo sobrenatural que compartiré con ustedes en futuros artículos. Por otro lado, invito cordialmente a los incrédulos a pasar la noche en el Tepozteco.

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